Entrevista realizada por Sander de Vaan, publicada originalmente en Diario 16.
CREO QUE TODAVÍA NO SOMOS SERES HUMANOS
Por qué tituló su novela “El Evangelio según Jesucristo”, si él no es narrador?
En 1987, cuando yo estaba mucho más miope que ahora, cruzaba una calle en Sevilla, mirando por todos lados a los coches, y en toda esa confusión vi un quiosco y leí, en portugués, lo cual es muy raro en Sevilla, el título de un libro: “El Evangelio según Jesucristo”. Seguí caminando, me paré, volví hacia atrás para verificarlo, pero no había nada, fue una ilusión óptica. Después, fui pensando en ello y escribí este libro, pero ya no pude cambiar el título, porque nació así.
La novela es una reflexión de un no cristiano sobre el cristianismo, ¿por qué la escribió?
Yo no soy creyente, no creo en la existencia de Dios, y precisamente por esto me interesa mucho. Par mí las iglesias, todas, son el instrumento de un poder terrestre, y no trascendente. Los hombres las inventaron en nombre de un Dios omnipotente, y por consiguiente se matan entre ellos, para que algún día se vayan a sentar delante de Dios, que tendrá que elegir entre todos o los suyos. No quiero defender a nadie, pero me parece absurdo imaginar que el Dios único es el de los judíos y que él elegirá a los judíos para acompañarle por toda la eternidad, mientras que los cristianos se irán al infierno, o al revés. Si Dios existe, sería uno, no tiene sentido imaginar que un Dios creó a los blancos, y otro Dios inventó a los negros o a los amarillos.
Pero en su libro hay varios dioses, y el Dios del pueblo judío quiere eliminar a los demás…
Sí, cuando el hombre lucha en nombre de Dios contra otro hombre, es como si en la mente de estos hombres estuviera luchando un Dios contra otro Dios. Entonces, mi ficción es imaginar un Dios que, siendo Dios de un pequeño pueblo, quiere volverse a un Dios universal. Por eso elige un mártir, porque algunas cosas necesitan mártires, y ahí tenemos un joven a quien ese Dios elige fríamente para construir sobre su sangre, su sacrificio, un gran poder.
Y el joven de su novela se siente inmensamente triste por esta elección divina…
Porque él no entiende lo que quieren de él. Ahí está el paradigma de una humanidad que se busca a sí misma, que busca en sí misma la humanidad. Porque yo creo que todavía no somos seres humanos, a lo mejor algún día lo seremos.
Usted ha dicho que no es creyente, ¿se considera ateo o agnóstico?
Filosóficamente soy ateo, pero eso no significa mucho porque mi mentalidad es la de un cristiano. No puedo tener otra, nací en un país y una cultura impregnados de cristianismo. Yo ni siquiera puedo imaginarme una sociedad sin Dios.
Usted siempre ha defendido el derecho a la herejía que, en sus palabras, es “la negación de la verdad que se debe creer”. ¿No se siente ahora un doble hereje, porque además de ser ateo es comunista?
Bueno, estamos viviendo en una época trágica, pero eso no tiene que ver con mis creencias. Yo creo que a lo mejor un día podremos llegar a un modo de vivir que sea verdaderamente humano. Yo, de verdad, no creo que tenga que hacer de mi vida una batalla contra los otros, para llegar a sentirme completamente feliz. Todo mi ser rechaza que, como no todos podemos tener todo, sea necesario eliminar a los otros, para tener más. Quizás el hombre no tenga remedio, pero yo quiero pensar que podremos llegar a un sentido de vida en común en que haya una justicia social.
Pero ¿sólo se puede lograr una justicia social con el comunismo?
Es que no encuentro ninguna otra ideología que me dé la esperanza de que eso pueda ocurrir. Ahora estamos viviendo en una especie de capitalismo parecido al capitalismo salvaje del siglo XIX, y las consecuencias están ahí. Incluso en Europa, que se organiza como una unión, hay 18 millones de parados. Entonces, yo me pregunto: ¿es el hombre al servicio de la economía, o es la economía al servicio del hombre?
Pero no nos engañemos, el “comunismo real” no funcionó en absoluto…
No, ha sido un desastre, pero eso no significa que no se deba recomenzar. Hay que asumir los errores y los crímenes, pero eso no sirve para pensar que todo se acabó. Hay que seguir esperando, y, sobre todo, tener en cuenta que el poder, sea cuál sea, siempre es un riesgo. Aunque el poder se declare protector del pueblo, siempre hay que sospechar que esto no sea verdad. Y la única manera de disminuir las consecuencias malévicas del oficio del poder está en la intervención permanente del ciudadano, si no, la tentación del poder para corromperse es fatal.
Usted se ha mostrado muy crítico con la capitalidad cultural de Lisboa, ¿por qué?
Estoy contra el fenómeno “capital cultural”. Justo cuando Europa vive una crisis de creatividad, se inventan las capitales culturales, que son una especie de hipermercados culturales con una historia cultural superficial. La capitalidad cultural no significa nada para el futuro cultural de Lisboa, su realidad cultural no es la de este año, era la del 1993, y será la del 1995.
Pero incluso llegó a afirmar que un país muerto no puede producir una cultura viva…
Hay que entender el contexto en que he dicho eso. Mi país está vivo, funciona, la gente está allí, pero nosotros no tenemos ninguna idea de un futuro que sea nuestro. Siempre hemos vivido con una extrema dificultad de ser nosotros mismos, pero en este momento dependemos de todo y de todos, y no tenemos más ideas de las que nos dicen que debemos tener. Si digo que Portugal está muerto, es porque no tenemos un proyecto nacional integrado en la comunidad internacional. Vivimos en un mundo de interdependencia, pero es necesario que cada país sea lo que es, y que esté en buena o mala relación con sus vecinos, pero que sea. Por eso me temo que Portugal esté encaminándose a la peor de las muertes posible, que es la muerte por renuncia.
Sin embargo, la cultura está muy viva, usted mismo es considerado uno de los grandes innovadores de la narrativa occidental…
Tenemos una cultura vieja, y en eso no estamos muertos. La cultura es lo que a pesar de todo nos mantiene con algo que es común a todos. Pero en cuanto a nuestra identidad, es decir, ¿qué vamos a hacer? ¿quiénes somos¿ ¿para qué estamos aquí? Hay una perplejidad muy grande. Y si un país depende de todo y de todos, se puede decir que está muerto.
Este año la “evolución de los claveles” cumple 20 años, ¿qué ha quedado de ella?
Algo queda. Tenemos una democracia, a veces más formal que efectiva, hay libertad de expresión. Pero queda poco de lo que hace 20 años creíamos muchos: que se podría instituir algo que pudiéramos llamar no socialismo real, sino socialismo concreto. Hoy día somos el país más pobre de la Unión Europea, y no tenemos más remedio que aceptar las reglas y consecuencias de un poder comunitario, que en el aspecto económico se instituye con algunas características muy parecidas al sistema soviético. Los soviéticos eran sólo unos malos aprendices, en comparación con lo que es está haciendo ahora en Europa.
¿Cómo ve la relación actual entre Portugal y España?
España sufre de un complejo de amputación, porque en el mapa tiene que presentarse como es, si se presenta sin Portugal queda muy rara, amputada. Por eso trata de olvidar la amputación, y la consecuencia es el desprecio. Por nuestra parte, todos los males siempre llegaban por España. Pero las cosas están cambiando. Sólo nos podemos conocer mejor por la cultura, la política no sirve para eso. Franco y Salazar se encontraban, pero nosotros no nos hemos encontrado aún…